Hoy en clase estamos leyendo el caso de Harper School, una escuela de los suburbios de Chicago, cuya complejidad describe con lucidez Stake (1998).
Lo elegí para romperle el esquema a los alumnos, que hasta la fecha, según me comentan, han sido expuestos en su maestría a investigaciones educativas de un corte más abstracto. Especialmente, han leído teorizaciones ligadas al análisis del discurso, y algún que otro artículo de investigación etnográfica. Pues bien, era hora ya que conocieran el jugo que pueden sacarle al estudio de casos como metodología misma de investigación.
Lo que más me costó entender del estudio de casos es su lógica, tan diferente al tipo de razonamiento empírico de la investigación cuantitativa. Esta última procede de manera estadística: extrae una muestra de una población, analiza lo que sucede en esa muestra y extiende los resultados sobre la población general. Para ello la muestra debe ser representativa, es decir, debe ser un reflejo fiel de la sociedad.
Según Yin (2002), el estudio de casos, en cambio, obra según una lógica muy diferente, que paradójicamente la acerca a la investigación experimental. Cada caso de estudio es, por así decirlo, un experimento, que puede probar o refutar una teoría dada. No importa tanto qué tan representativo sea. Es más, muchos casos de estudio tienen como gracia principal que representan hechos excéntricos, muy poco comunes y contribuyen, con eso, a ampliar nuestra visión de un problema.
A primera vista uno lee un caso de estudio, como el de Harper School, y dice, vaya, esto sí está sencillo de hacer. Pero en realidad, investigar por casos de estudio, como argumenta Stake (1996), implica un reto de inmensas proporciones. Para empezar, la investigación no está rutinizada y el investigador debe aprender el arte de la improvisación para documentar con "densidad" la realidad que estudia (para lo cual debe ayudarse de observaciones de campo, de entrevistas, de análisis de documento, de datos contextuales, etc), Además, debe cobrar progresivamente conciencia sobre su propia subjetividad en el análisis. En pocas palabras, debe poner sentido en el caos y hacerlo según ciertas preguntas de investigación y ciertas categorías de análisis. Y, para colmo, debe saber escribir de tal manera que sus palabras logren inspirar en el lector la presencia de esa realidad, casi como sucede en la mejor literatura de ficción.
¿Se puede? Sí, sí se puede. Pero para eso hay que tomarse en serio la labor de formarse como investigador de casos. Yo estoy en esas y me da mucho gusto tener la suerte de mostrarles ese camino a mis alumnos, por si alguno de ellos quiere empezar a recorrerlo.
Referencias:
Stake, R. (1995). The Arte of Case Study Research. Thousand Oaks, CA, EEUU: Sage.
Stake, R. (1998). Investigación con estudio de casos. Madrid: Morata.
Yin, R. K. (2002). Case study research: Design and methods (3a. ed.). Thousand Oaks, CA, EEUU: Sage.